Por Víctor Martínez
El clásico universitario que se estaba disputando en Concepción se estaba disputando con absoluta normalidad. La Universidad de Chile dominaba las acciones, pero sin tener opciones claras de gol, mientras la Universidad Católica resistía y trataba de arrimarse al arco contrario con pelotazos. Todo estaba dentro de lo esperado para un clásico.
No obstante, desde los 45 segundos de encuentro la hinchada azul comenzó a detonar petardos y bombas de ruido pero sin interferir en el desarrollo del partido. Todo esto hasta los 31 minutos de partido cuando bombas de ruido y bengalas cayeron a la pista atlética del estadio, afectando directamente al cuarto árbitro del partido y a un camarógrafo de la transmisión televisiva.
El juez del partido, Francisco Gilabert, de inmediato le pidió el balón al arquero azul, Matías Dituro y de inmediato corrió a ver a los afectados. Luego el cuarteto arbitral partió rumbo al camarín dejando todo en absoluta incertidumbre, mientras seguían cayendo bengalas a la cancha, poniendo en riesgo a todos los presentes.
Luego de treinta minutos, en los que se reunió el árbitro con dirigentes de ambos clubes, carabineros, representantes de la ANFP, la delegación presidencial del Bío Bío y del alcalde de Concepción, se tomó la decisión definitiva de suspender el partido, mientras el resto del público esperaba la resolución del conflicto.
Ya existían antecedentes de graves incidentes en Concepción que ocurrieron en la Supercopa 2022 entre Universidad Católica y Colo Colo, y hace casi dos meses existieron graves incidentes en el superclásico entre los albos y azules en el estadio Monumental y en el partido de Copa Libertadores entre el Cacique y Monagas. El fútbol chileno está contra las cuerdas.
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